sábado, 3 de agosto de 2013

Capítulo 5- Gabriel


Esto de hacerse humo no es muy cómodo que se diga. Vosotros pensaréis: “Ala, que chupi guay, se convierte en humo. Pero no. Es como si te metieran en una batidora hasta que no quedase nada más de ti que líquido, y después te esparcieran por toda la cocina. Y eso no mola. Me han dicho que cuando me acostumbre será mucho menos doloroso. El problema es que todavía no me he acostumbrado, por lo que intento usarlo lo menos posible. Ya he hecho mi petición de entrar en el cielo, y en cuanto den por hecho que soy un ángel, me dejarán entrar. Esto podría tardar varios días, pero lo único que me preocupa es que Grace y Ángela salgan del infierno y me vuelvan a capturar. A ver, la ciudad de los humanos no es el cielo, pero de todas maneras es mucho mejor que el infierno. En cuanto les hube quitado el carbón a mis alas en un río un poco apartado de la ciudad, las oculté. Después, tuve que sustituir la ropa demoníaca que llevaba (simplemente ropa negra, y en los ángeles simplemente ropa blanca) por la típica humana porque la gente empezaba a mirarme raro.Ahora paseaba por la ciudad humana. El nombre de esta en concreto no lo recuerdo, pero como no me van a hacer un examen de esto, me da igual. Me he parado en un mirador que da a la montaña y que es precioso. Los humanos a mi alrededor también disfrutan del paisaje. Hay una familia haciéndose fotos, una pareja disfrutando de un momento romántico, unos niños jugando al pilla pilla… En resumen, humanos pacíficos. Este lugar es muy relajante, y no me doy cuenta de que todos los humanos se han ido ya hasta que se pone el sol. Paso toda la noche paseando por este pintoresco pueblo. Es muy mono. Hay casas grandes y pequeñas, azules o amarillas… No hay ninguna igual. Mientras paseo por el pueblo pienso en mi casa. Extraño a mi familia: mi madre, tan atenta y servicial, mi padre, tan trabajador y… y eso es todo, mis dos hermanitas, tan… En fin, no soy muy bueno con los adjetivos. Si fuese normal pensaría en donde paso la noche, pero claro, no lo necesito. Veo un pequeño bar y decido entrar. Parece estos típicos sitios donde la gente que se aburre va a pasar la noche. Y debe serlo porque yo acabo de entrar. Ah, y también porque fuera hay un cartel de “Abierto veinticuatro horas”. El sitio está lleno de humanos no pacíficos: hay una pareja enrollándose en uno de los sofás empotrados, un chico amenazando a una chica… Pero lo que más llama la atención es un cúmulo de humanos armando escándalo y dos en el centro peleándose. Resoplando, me siento en una silla. Ya sé que debería parar todo esto, pero estoy en minoría. El lugar está lleno de humo de tabaco y algo que huele a limón podrido. En vista de este horrible sitio, decido volver al mirador. Aunque no haya nadie, es mucho más seguro que esto. Voy a salir de ese horrible lugar cuando se me cruza una humana. Lleva uno de esos cigarrillos que huelen a limón podrido en la boca. Va vestida con una falda cortísima (tanto que podría usarla como cinturón) y una camiseta de tirantes que deja a la vista su ombligo y con un escote de un palmo, al menos. No entiendo la manía esa que tienen los humanos de mostrar la mayor parte de su cuerpo. Apoya la mano en el marco de la puerta, justo para cortarme el paso, y con la otra mano coge el cigarrillo.
-Hola, guapo.-dice con voz melosa.- ¿Adónde vas tan deprisa?
-Lejos de ti, estúpida humana.-la chica alza las cejas, y dice:
-¿Humana? ¿Por qué? ¿Acaso tú no eres humano?-yo río.
-No te gustaría que respondiera a eso.-la aparto de un empujón y salgo. Por fortuna esta humana no me sigue, sólo dice:
-Muy bien, guapo, tú te lo pierdes.-oh sí, pienso. No sé lo que me pierdo. Ahora mismo lo único que necesito es un hotel donde Grace y Ángela no me encuentren. Hay un pequeño hotelito y decido entrar. Llevo un poco de dinero encima, el Jefe Chiflado me lo dio por si acaso. Pago para una noche y recojo la llavecita que la recepcionista me tiende. Es baja y rellenita, pero tiene cara amable. Subo las escaleras y llego a un pasillo largo. Miro la tarjeta que la recepcionista me dio junto con la llave. Habitación 104. Avanzo por el pasillo hasta llegar. No parece haber nadie en todo el hotel, pero no me extraña porque no es época de vacaciones y es un pueblecito muy pequeño. Abro la puerta y entro. Estoy en un cubículo de unos cinco metros cuadrados, pero eso no me molesta. Lo que me molesta es que no hay ningún mueble en la habitación. De pronto me doy cuenta de lo que pasa pero antes de que pueda salir la puerta se cierra a mis espaldas. Estoy atrapado.











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