sábado, 31 de agosto de 2013

Dos años después




Estoy escondida en un callejón oscuro de Menfis. Veo la sombra que estaba esperando y “accidentalmente” me choco con la mujer que pasaba por delante.
-Oh, disculpe- exclamo con la voz más convincente que puedo.
- No pasa nada, joven.- Aunque por su tono de voz queda claro que la doy asco.
Cuando se agacha para recoger un anillo que se había desprendido de su dedo por un momento puedo ver los numerosos collares e oro y piedras preciosas que lleva debajo de esa capa que aparenta ser humilde, aunque con la calidad de su capa una familia del pueblo podría comer durante un año, nunca engañaría a nadie. Mis contactos me habían informado que una familiar cercana del faraón, s hermana mayor, iba a cruzar la ciudad esta noche y yo he estado esperando este momento durante tres horas.
Coloco mi bolsa en el suelo, aparentando que es demasiado pesada y repentinamente se me doblan las rodillas.  La mujer no tiene más remedio que sujetarme para que no la derribe a ella también, la paso los brazos alrededor de los hombros y el cuello, haciendo que me sujeto, y discreta y rápidamente la desabrocho todas las joyas mientras empujo mi bolsa hasta debajo de nuestros pies, así cuando caen el sonido se amortigua.
Cuando he terminado me aparto y miro a la mujer.
-Lo siento, me he mareado.-
Ella se aparta de mí, aún más asqueada que antes. No me sorprende su conducta, todos los nobles tratan así a los plebeyos, aunque sí me enfada un poco, en vez de ofrecerlos ayuda huyen, temiendo ser contagiados por alguna enfermedad.
Cuando desaparece por una esquina recojo la bolsa y vuelvo al callejón.
Cuando me aseguro de que no hay nadie cerca, abro la bolsa. Dentro hay cinco collares de oro y lapislázuli. Al mirarlos con más atención a la luz de la luna puedo distinguir que uno tiene el nudo de Isis, otro las alas de Nejbet y el resto son simples piezas de joyería de decoración. Cuando estoy a punto de irme por donde he venido, veo un destello dorado que me hace retroceder. Hay un collar que se me ha debido caer antes en el suelo, estoy a punto de cogerlo hasta que me doy cuenta de que está compuesto, principalmente, por un enorme Ojo de Horus de oro. Una mueca de disgusto se dibuja inconscientemente en mi boca, pero aún así decido llevármelo, venderlo equivaldría a un año de comida y bebida para tres familias. Lo cojo con la punta de los dedos, como si estuviese a punto de explotar y lo meto rápidamente en la bolsa.
Miro a ambos lados para asegurarme de que no hay nadie que pueda verme y vuelvo al callejón. A mitad de camino me detengo y presiono un ladrillo de la pared. La puerta se abre y entro en los pasadizos. Al menos aquí abajo hace más calor que arriba, me estaba congelando. Lo malo de los pasadizos es que no hay nada que los alumbre y esto está más oscuro que la boca del lobo. Cuanto me gustaría tener una linterna, el inconveniente es que todavía no se han inventado.
Chasqueo los dedos y de la palma de mi mano surge una llama completamente rojo granate que se mueve entre mis dedos y me alumbra el camino. Desde los ocho meses que llevo recorriendo los túneles a nadie se le ha ocurrido la idea de poner antorchas, aunque ahora que lo pienso los túneles recorren el subsuelo de todas las ciudades importantes y las conecta entre si, así que supongo que sería algo difícil alumbrarlo todo, sin contar que las paredes y el techo están cubiertos de goteras y hay demasiada humedad en el aire. De lo más acogedor.
Me detengo al encontrar la puerta que estaba buscando. Cuando salí del templo de Isis solo me quedaron dos opciones, hacer lo que hago ahora o esperar en la calle a que los guardias del faraón me encontrasen, así que elegí la primera, y con todo el conocimiento que había aprendido en Philae pude encontrar esto y aprender a orientarme.
Apoyo las manos el símbolo de la rosa del desierto que está tallado en la puerta y digo:
-Otreised.-
La puerta se abre, y me cae arena en la cara.
Estoy prácticamente segura de que para construir estos pasadizos se utilizó magia, por que la pared que yo he atravesado estaba en una pared lateral y salgo por una trampilla en el suelo.
El sol me da en la cara y por un momento no veo nada pero cuando mis ojos se acostumbran , puedo ver que estoy en una pequeña cueva con una gran abertura que da al desierto.
Me sacudo de encima la arena que me ha caído y empiezo a andar, esperando llegar al campamento antes de que anochezca.


domingo, 25 de agosto de 2013

CAPÍTULO 6- ÁNGELA




-Bueno listilla, ¿y cómo piensas salir?
-Fácil.-respondo yo, con aires de superioridad. Grace no dice nada más porque sabe que no le voy a decir nada más y también sabe que pronto lo descubrirá. En diez minutos llegamos a nuestro destino. Es un gran castillo negro. En cuanto Grace lo ve dice:
-¿Hades?-parece algo nerviosa.-Pero Ángela, si nos descubren estamos muertas.
-Me da a mí que no estás nerviosa por eso, Grace.-le digo. Grace se sonroja y ya no dice nada más. Una vez en el portón del castillo unas sombras con figura humana nos escoltan hasta el patio principal.
-Grace, Ángela, os esperaba.- de entre las sombras sale un chico que aparenta dieciséis en edad humana. Tenía un aspecto bastante exótico: los ojos azules, con una especie de cosa dorada en el centro (como nunca había estado cerca no sabía muy bien que era), el pelo negro, era alto y moreno, cosa que era poco común en el infierno (ser moreno, no ser alto, y también como Grace era morena aparte de belleza también era exótica). Pero lo que más aspecto extraño le confería eran sus alas grises. Sí, grises. Y no me voy a poner a decir adjetivos filosóficos como grises como el cielo anubarrado o grises como la ceniza y mucho menos grises como el mar enfurecido porque no soy de esas. Sus alas son grises porque es la unión de un ángel y un demonio. Estas uniones no son muy frecuentes pero suceden. Normalmente los hijos de esta unión salenmás tirando a ángeles que a demonios y los llaman medio-ángeles. Pues bien, a este podríamos llamarle medio- demonio. Nos podrían matar porque Satanás piensa que salió más ángel que demonio. Y hay unas siluetas negras fuera porque estas uniones salen sin capacidad y Hades se ha entregado a la magia negra. Y se llama Hades por lo mismo que yo. No decidió su nombre.
-¿Nos esperabas?-pregunta Grace, entre extrañada y nerviosa.
-Oh si, querida. He adivinado que teníais cierto interés por un alfeñique que traspasó la frontera. Pues bien, el muy estúpido se ha dejado atrapar. Ahora mismo está golpeando una puerta de hierro. Se debe pensar que es muy fuertote. Y también puedo ayudaros a salir del inframundo. Pero….
-Pero no lo vas a hacer gratis.-concluyo yo.
-Ahí le has dado, guapita.-al oír eso Grace pierde toda su inseguridad y salta:
-Oh si, por supuesto que lo va a hacer gratis. Me debes una desde lo de Santa Mónica.
-Oh, vamos, si lo de Santa Mónica no fue culpa mía.-contesta Hades, indignado. Yo sigo la conversación como un partido de tenis (que por cierto, no sé lo que es, pero me acuerdo de haberle oído la expresión a alguien).
-Vamos, Hades, claro que fue culpa tuya. Aquel ornitorrinco ni podía estar ahí ni ser tan agresivo.
-¿Qué pasó en Santa Mónica?
-No preguntes.-responden a la vez.
-¿Entonces?-Grace cruza los brazos y mira a Hades. El duda unos instantes. Entonces resopla y dice: está bien, lo haré gratis. Pero con una condición. Le miramos expectantes hasta que dice.-debéis llevarme con vosotras.

lunes, 19 de agosto de 2013

Todo el mundo quiere una gran boda

Nota: Antes de nada, LO SIENTO MUCHÍSIMO, mi ordenador se había roto  y no podía escribir en otro sitio. Pero ahora que está arreglado esto va a llenarse de capítulos y fan fictions, wajajajaja.




Una luz me golpea de lleno en la cara y abro los ojos. Lo primero que veo es una lámpara de aceite, que estoy bajo tierra y encerrada.
-Oh, fabuloso.- pienso en voz alta
Llevo días sin comer y ahora estoy encerrada en cualquier sitio; esto es hospitalidad y el resto son tonterías.
Estoy cabreada y lo único que se me ocurre hacer es pegarle un puñetazo a la pared. Hecho el brazo hacia atrás y golpeo. Me arrepiento al instante. No me importa el dolor y la seguridad de que me he roto un par de dedos,  de lo que me arrepiento es haber hecho exactamente lo mismo que Edfú hizo. Intento relajarme y  cuando lo consigo, noto un fuerte dolor en la mano y noto que me sangra. Estoy a punto de rasgar los bordes de mi sucio vestido para intentar tapar las heridas cuando la puerta que me separa de el mundo exterior se abre y puedo ver a un hombre con la misma estructura física de Kebos, aunque mucho  menos amenazante. El hombre, al ver mi mano, hace un sonido de desagrado con la boca y me agarra del brazo, empujándome por unas escaleras de piedra que suben arriba.
-¡Hey!¡Suelta tus grasientas manos de mí!- Le grito, llena de furia.
Él no me responde y su agarre es demasiado fuerte para que pueda intentar escapar, así que me dejo llevar.
El matón me lleva a una sala blanca y bastante iluminada donde hay un montón de chicas cosiendo un vestido precioso. Debe ser que no se le da muy bien hablar con las personas, así que se limita a soltar un grave:
- Curadla y preparadla.- Y se marcha
¿Prepararme?¿Prepararme para qué?
Desgraciadamente la respuesta llega enseguida.
- Es usted la afortunada, joven- me dice una mujer más mayor que las demás-. De todas las pretendientes, el faraón la ha elegido a usted.-
La mujer lo dice como si fuese algo por lo que alegrarse, pero a mi me han entrado ganas de vomitar.
Van a casarme.
Seguramente me casen con un hombre que me triplique la edad.
Definitivamente, los dioses me odian. Al menos ya puedo usar esta expresión y saber que es cierta.
Las chicas me lavan las heridas y me peinan (Es sorprendente la cantidad de arena que he podido almacenar en mi cabeza) y cuando terminan, me visten.
Llevo un vestido ajustado color papiro debajo de otro más ancho y blanco. Llevo tantas joyas encima que me cuesta mantenerme recta. Collares De oro y lapislázuli, esmeraldas y rubíes… Cualquier chica mataría por estar en mi lugar pero yo solo quiero irme de aquí y volver a casa. A no, que no tengo. Que inconveniente.
No me creo que me vayan a casar con quince años y no me creo que mi suerte sea tan condenadamente mala.
Cuando el hombre vuelve para llevarme al patio para la boda le lanzo puñetazos, patadas, pataleo, grito, pero hay algo que tengo claro que no voy a hacer.
No voy a rezar.
No voy a proporcionarles esa satisfacción.
Cuando el soldado consigue sacarme al patio abro la boca, impresionada. A mi alrededor todo está decorado con flores blancas y el aire huele a jazmín. Con todo el oro que hay a mi alrededor podría rellenar una pis-. Meneo la cabeza, no recuerdo con qué iba a compararlo. Hay halcones posados en todos los tejados y columnas, hay por lo menos cincuenta de estas aves rapaces. También hay algunas grullas sueltas por el patio, y por el rabillo del ojo distingo a un chacal negro escondido en las sombras, aunque desconozco como ha entrado.
El guardia me lleva hasta un altar de madera donde me espera un hombre vestido con el tocado de faraón. Aunque no creo que pueda llamarse “hombre”, ya que debe ser por lo menos cinco años más joven que yo.
Miro al guarda con una mirada de – Me estás vacilando ¿no?- Pero él simplemente me ignora. Alzo la cabeza, dispuesta a no dejar que nadie note que me tiemblen las piernas.
Antes, cuando esas mujeres me estaban arreglando, he oído un trozo de conversación en el que mencionaban que tendrían que hacer un ritual especial por el amuleto que llevo al cuello. Amuleto que ,por cierto, pienso tirar en cuanto consiga salir de aquí.
Un hombre con la cabeza rapada y una piel de leopardo sobre los hombros se acerca al altar y se arrodilla ante el niño que hay a mi lado. Cuando se levanta abre los brazo al  cielo antes de decir:
-¡Oh, Gran Dios Horus! ¿Aceptas esta unión?-
Lo único coherente que me pasa ahora por la cabeza es:
-Como al Gran Dios Horus se le ocurra, alguien le va a dar al Gran Dios Horus una patada en su culo de halcón.-
Aunque no me da tiempo a pensar nada más por que en este preciso instante un símbolo, el mismo que el de mi collar, cae en un color rojo desde el cielo y se desvanece antes de tocar el suelo. Detrás del primero caen más simbolitos que yo no sé leer, aunque por la emoción de los presentes deben significar algo parecido a  <Todo guay>. Cuando las imágenes ya se han disuelto en el aire el hombre de la piel de leopardo, que supongo que será un sacerdote, mete la mano en un cuenco de agua y después repite el proceso con el niño y empieza a cantar.
No le presto atención, noto como si una mano helada me estuviese apretando las entrañas. Voy a tener que pasarme los diez próximos años criando a mi marido.  El que por cierto todavía no ha abierto la boca.
La ceremonia termina y el guardia vuelve a cogerme del brazo para guiarme entre los pasillos del patio exterior. Noto un movimiento a un lado y giro la cabeza para ver desaparecer al chacal por una puerta lateral que da al exterior.
Una puerta lateral que nadie vigila.
Veo mi oportunidad a la libertad. Miro a los lados y veo que no hay nadie alrededor, entonces agarro con las dos manos una de las muñecas del guarda y lo lanzo al suelo. Su cabeza choca contra la piedra y se queda inconsciente. Siento una fuerza oscura dentro de mí, oscura y poderosa, pero desaparece tan rápido que debo habérmelo imaginado.
Corro.
Corro todo lo que puedo hasta mezclarme entre la gente del pueblo, deshaciéndome de todas las joyas que me han dado en el palacio por el camino. Y sigo corriendo hasta que estoy a las puertas de Philae.
Me apoyo en una de sus columnas laterales e intento recuperar el aliento y asimilar la situación. Me levanto de golpe.
Todo es por su culpa.
El cerdo asqueroso de Edfú.
Empiezo a gritar todo tipo de cosas, y aunque no recuerde a mi madre estoy segura de que me mataría si me oyese ahora mismo.
Cuando ya voy a empezar con la siguiente ronda de insultos, una voz femenina , extrañamente familiar, me interrumpe:
-Por lo que veo, no le tienes mucha estima a mi hijo.-
Me giro, dispuesta a enseñarle en que estima la tengo a ella, pero la mujer me pone una mano en el hombro y me tranquilizo. La dejo que siga hablando, repentinamente se me ha pasado todo el enfado.
-Yo soy Isis, entra en mi templo, portadora, y aprenderás nuestras artes más secretas. Entra y déjanos enseñarte la verdad.-
Ella entra en el templo, y yo, la sigo

sábado, 3 de agosto de 2013

Capítulo 5- Gabriel


Esto de hacerse humo no es muy cómodo que se diga. Vosotros pensaréis: “Ala, que chupi guay, se convierte en humo. Pero no. Es como si te metieran en una batidora hasta que no quedase nada más de ti que líquido, y después te esparcieran por toda la cocina. Y eso no mola. Me han dicho que cuando me acostumbre será mucho menos doloroso. El problema es que todavía no me he acostumbrado, por lo que intento usarlo lo menos posible. Ya he hecho mi petición de entrar en el cielo, y en cuanto den por hecho que soy un ángel, me dejarán entrar. Esto podría tardar varios días, pero lo único que me preocupa es que Grace y Ángela salgan del infierno y me vuelvan a capturar. A ver, la ciudad de los humanos no es el cielo, pero de todas maneras es mucho mejor que el infierno. En cuanto les hube quitado el carbón a mis alas en un río un poco apartado de la ciudad, las oculté. Después, tuve que sustituir la ropa demoníaca que llevaba (simplemente ropa negra, y en los ángeles simplemente ropa blanca) por la típica humana porque la gente empezaba a mirarme raro.Ahora paseaba por la ciudad humana. El nombre de esta en concreto no lo recuerdo, pero como no me van a hacer un examen de esto, me da igual. Me he parado en un mirador que da a la montaña y que es precioso. Los humanos a mi alrededor también disfrutan del paisaje. Hay una familia haciéndose fotos, una pareja disfrutando de un momento romántico, unos niños jugando al pilla pilla… En resumen, humanos pacíficos. Este lugar es muy relajante, y no me doy cuenta de que todos los humanos se han ido ya hasta que se pone el sol. Paso toda la noche paseando por este pintoresco pueblo. Es muy mono. Hay casas grandes y pequeñas, azules o amarillas… No hay ninguna igual. Mientras paseo por el pueblo pienso en mi casa. Extraño a mi familia: mi madre, tan atenta y servicial, mi padre, tan trabajador y… y eso es todo, mis dos hermanitas, tan… En fin, no soy muy bueno con los adjetivos. Si fuese normal pensaría en donde paso la noche, pero claro, no lo necesito. Veo un pequeño bar y decido entrar. Parece estos típicos sitios donde la gente que se aburre va a pasar la noche. Y debe serlo porque yo acabo de entrar. Ah, y también porque fuera hay un cartel de “Abierto veinticuatro horas”. El sitio está lleno de humanos no pacíficos: hay una pareja enrollándose en uno de los sofás empotrados, un chico amenazando a una chica… Pero lo que más llama la atención es un cúmulo de humanos armando escándalo y dos en el centro peleándose. Resoplando, me siento en una silla. Ya sé que debería parar todo esto, pero estoy en minoría. El lugar está lleno de humo de tabaco y algo que huele a limón podrido. En vista de este horrible sitio, decido volver al mirador. Aunque no haya nadie, es mucho más seguro que esto. Voy a salir de ese horrible lugar cuando se me cruza una humana. Lleva uno de esos cigarrillos que huelen a limón podrido en la boca. Va vestida con una falda cortísima (tanto que podría usarla como cinturón) y una camiseta de tirantes que deja a la vista su ombligo y con un escote de un palmo, al menos. No entiendo la manía esa que tienen los humanos de mostrar la mayor parte de su cuerpo. Apoya la mano en el marco de la puerta, justo para cortarme el paso, y con la otra mano coge el cigarrillo.
-Hola, guapo.-dice con voz melosa.- ¿Adónde vas tan deprisa?
-Lejos de ti, estúpida humana.-la chica alza las cejas, y dice:
-¿Humana? ¿Por qué? ¿Acaso tú no eres humano?-yo río.
-No te gustaría que respondiera a eso.-la aparto de un empujón y salgo. Por fortuna esta humana no me sigue, sólo dice:
-Muy bien, guapo, tú te lo pierdes.-oh sí, pienso. No sé lo que me pierdo. Ahora mismo lo único que necesito es un hotel donde Grace y Ángela no me encuentren. Hay un pequeño hotelito y decido entrar. Llevo un poco de dinero encima, el Jefe Chiflado me lo dio por si acaso. Pago para una noche y recojo la llavecita que la recepcionista me tiende. Es baja y rellenita, pero tiene cara amable. Subo las escaleras y llego a un pasillo largo. Miro la tarjeta que la recepcionista me dio junto con la llave. Habitación 104. Avanzo por el pasillo hasta llegar. No parece haber nadie en todo el hotel, pero no me extraña porque no es época de vacaciones y es un pueblecito muy pequeño. Abro la puerta y entro. Estoy en un cubículo de unos cinco metros cuadrados, pero eso no me molesta. Lo que me molesta es que no hay ningún mueble en la habitación. De pronto me doy cuenta de lo que pasa pero antes de que pueda salir la puerta se cierra a mis espaldas. Estoy atrapado.











capítulo 4- Ángela

CAPÍTULO 4- ÁNGELA

 Eh, bueno, lo primero, os estaréis preguntando como hice eso de cambiar la cara. Un efecto óptico. Los demonios somos así de avanzados. Bueno, continuemos. Salgo hecha una furia de mi casa-habitación. Me encontraron cuando era pequeña en un agujero, como si fuese un meteorito. Me tuvieron en un centro de acogida. Como bien sabéis, los demonios no son compasivos, por lo que aquel centro de acogida era único en el infierno y también era horrible. Cuando cumplí 278 años, me escapé. Estuve vagando durante mucho tiempo como una vagabunda (no lo he hecho aposta), hasta que encontré esta casucha. Estaba medio derrumbada y llena de ratas, pero con el paso del tiempo fui restaurándola. Después, gané aquella competición de velocidad (he de decir que sin despeinarme) y conseguí dinero suficiente para decorarla. En fin, a lo que íbamos. -¡Ángela! ¡Espera! -Le odio.-mascullo. -¿Q ué? -¡LE ODIO! -Pues claro que le odias, para eso eres un demonio. -Sólo soy el amago de eso. Además, ¿Por qué está todo el mundo con lo mismo? ¿¡NO HAY ORIGINALIDAD EN ESTE PLANETA O QUÉ!?-grito a todo pulmón. -Es que, cariño, ya sé que soy tu amiga y todo eso pero… anda que ponerte Ángela… Es decir, ¿Qué clase de demonio le arruina la vida así a su hijo?-dice, hiriente. La fulmino con la mirada y ella se encoge de hombros. Sí, cuando me encontraron en el cráter había también una tarjetita en la que ponía Ángela. Casi me matan por eso. Los majísimos de mis padres no se les ocurre mejor idea que primero abandonarme y encima hacerlo con una tarjetita con el nombre de sus ancestrales enemigos. Esto del amor paterno nunca lo he entendido. -No es mi culpa tener el nombre que tengo ¿no? A ver, soy un demonio, ¿por qué lechugas iba yo a querer llamarme Ángela? Así que, o la gente empieza a ser más avispada y a comprender que yo no elegí mi patética existencia, o aquí va a haber heridos. -Bueeeno, antes de que sea yo la herida, podemos volver adentro. Los ángeles son criaturas listas. Se dará cuenta de un momento a otro de que las cadenas son de plástico. Yo río. -Pues no deben de serlo, porque ha roto las del pecho y le ha dado igual.-Grace suspira y luego contesta: -Su ego, ese es el gran problema de los ángeles. Se cree que ha roto las cadenas porque es muy fuertote.-luego niega con la cabeza, como quien habla de un niño que le ha vuelto a decepcionar pintando las paredes con las ceras de colores. Nos volvemos a dirigir a mi casa-habitación, entre risas y bromas sobre los ángeles. Las risas se acaban cuando llegamos allí y vemos que el ángel se ha escapado. Grace maldice por lo bajo. -¿Qué? ¿Qué  pasa? -Su capacidad. Debe de haberla usado para escapar. Pero lo más lejos que puede haber llegado es a la superficie, al mundo de los humanos.-yo sonrío de medio lado. Grace me ve y dice:-No no vamos a… -Oh sí, querida amiga. Vamos a salir a la superficie. A ver si encontramos a ese ángel, y a ver si por fin pruebo las galletas saladas.