viernes, 5 de julio de 2013

CAP 1 PROYECTO

CAPÍTULO  1- ÁNGELA
Bueno, en realidad, según mis alas, soy un demonio. Pero yo no siento esos impulsos de maldad tan incontrolables que sienten los demás. Además, y a diferencia de todos los niños de mi edad que conozco, todavía no sé que “capacidad” tengo. Y de ahí que me marginen. Ahora mismo, de hecho, vuelo con aleteo seguro (lo siento ¿vale? Me apetecía decir alguna tontería) hacia Satanás, el que está ahora mismo a cargo del infierno y de la especie demoníaca en general y que es el único que podría saber lo que me pasa. Aunque, la verdad, este cargo suele cambiar de dueño cada dos semanas. Los demonios no somos criaturas muy ordenadas y nos aburrimos fácilmente. Y yo me incluyo. Además, aunque no sea (a lo mejor) un demonio, creo que esta manía es contagiosa. Ya sé que si Satanás estima que no soy un demonio me matará de inmediato, pero necesito respuestas: ¿Qué soy? ¿Por qué no tengo mi capacidad? ¿Quiénes son mis padres (no los conozco)?¿A qué saben las galletas saladas? Si, ¿vale? Eso también. En el inframundo no hay de eso y todavía no he obtenido ningún permiso para salir de él ni me han encomendado ninguna misión. Además, si Satanás estima que tiene que matarme y quiero escapar, no hay problema: está registrado que soy la más veloz del inframundo (sí, vale, por una competición de dudoso origen, pero yo tengo el récord). Bueno, continúo. Que iba yo volando con mi aleteo seguro, cuando de repente se me cruza una sombra. Por supuesto, tengo que fingir que soy arisca y antisocial y, aunque mi primer impulso haya sido pedir disculpas, grito:
-¡TEN MAS CUIDADO, CHAVAL, QUE TENÍA PREFERENCIA!-por supuesto, mientras uno va volando no hay ningún tipo de señal de preferencia, pero otro rasgo de los demonios es el sentido del humor. Pero cuando la sombra que se me ha cruzado me mira, se me quitan todas las ganas de hacer bromas. La sombra es un hombre, de ojos dorados y pelo negro (este sí que es una belleza exótica). Es alto y, aunque no muy musculoso, parece listo. No creo que tuviese alguna posibilidad de salir con vida en un enfrentamiento contra él, de no ser por mi increíble rapidez (ay, bueno, ya sé que suena a que soy un poco egocéntrica, pero solo tengo una virtud, y pienso sobreexplotarla). Sin embargo, y a pesar de todos los rasgos exóticos del chaval, lo único que me llama es su mirada. Es una mirada repleta de luz.
La mirada de un ángel.


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