sábado, 22 de junio de 2013

Kebos



Corro todo recto, pasando una enorme sala de columnas y un par de patios interiores. Si Edfú ha querido entrar solo es por que me está ocultando algo. Todas las paredes están llenas de grabados y cuando paso por delante tengo la extraña sensación de que me observan. Giro a la derecha y veo una puerta de la que sale luz. Me acerco sigilosamente, para que si hay alguien dentro no me descubra.
- Hola, joven ¿Estás buscando algo?-
Me giro todo lo deprisa que puedo para encontrarme cara a cara con un sacerdote.
Lleva una túnica blanca y una piel de cocodrilo sobre los hombros. Sus sandalias también parecen estar hechas de este material. Tiene la cabeza rapada y un collar de lo que parecen dientes. Tiene rasgos afilados, astutos. Pero eso no es lo más inquietante.
Sus ojos.
Sus ojos son solamente verdes, del color del fango. Solo una pupila, parecida a la de un gato pero mucho más fina, ocupa espacio dentro de ese mar verde.
Sonríe y enseña sus dientes, ligeramente afilados.
No respondo, así que vuelve a preguntarme:
-¿Te has perdido?-
Estoy a punto de no contestarme y pirarme de aquí lo más rápido que pueda, pero algo dentro de mí me incita a ser amable con él.
- estoy buscando a un amigo, ha entrado hace un rato.-
Su sonrisa se hace más ancha.
- Sígueme, yo te ayudaré a buscarlo ¿Cómo te llamas?-
- Grace.- Suelto una risita, de repente realmente me agrada la idea de que este desconocido me ayude.
- Yo me llamo Kebos, ven, busquemos a tu amigo.-
Vuelvo a reír. Todo esto es tan tonto, Edfú me había pedido que me quedase quieta ¿Por qué no estoy haciendo eso? ¿Qué sentido tiene ir a buscarle?
Kebos me guía por galerías y pasillos hasta llegar a una sala llena de pequeñas cajas de madera decoradas con el relieve de un río .Él al ver que los estoy mirando, comenta:
-Son cocodrilos momificados.-
-¡Eso es genial!- Exclamo, encantada. ¿Cómo he podido desconfiar de este hombre?
Aunque hay algo que no acaba de cuadrarme.
-Mi amigo no está aquí. Deberíamos seguir buscando.- Me río con ganas ¡Es tan divertido, Edfú no está aquí!
Kebos me sonríe burlón.
-No hay nadie más en el templo en estos momentos. Tu amigo debe de haberse ido ¿Estás segura de que no te has confundido, como se llamaba?-
Le sonrío mientras le respondo.
-Edfú.-
Su sonrisa se desmorona y es sustituida por una mueca cruel. Entonces fija su vista en el colgante que llevo al cuello.
-Eres tú- Suelta algo parecido a un gruñido, ya no me resulta tan agradable.- Tú eres la portadora.- Sus últimas palabras apenas se oyen. Su cara se alarga y se estira adquiriendo la forma de un hocico de cocodrilo. Solo alganzo a hacer una pequeña <o> antes de que se lance hacia mí.
Cruzo los brazos delante de mi cara, impidiendo que me muerda, pero consigue que la cabeza me de vueltas. Cuando vuelve a atacar yo ya estoy más espabilada y consigo esquivarlo antes de que me arranque la cabeza. Antes de que pueda volver a embestir le pego una patada en las piernas y salgo corriendo por los pasillos del templo, intentando encontrar la salida.
Giro hacia la derecha y hacia la izquierda varias veces atravesando corredores todo lo rápido que puedo, pero sigo notando su respiración detrás de mí. Un sudor frío me recorre la frente. Voy a morir comida por un maldito cocodrilo mutante.
Entonces veo la luz. No la luz de cuando te has muerto. Literalmente una luz. La luz de la salida. Ya no noto las piernas, pero hago un último esfuerzo y las hago correr más rápido, provocando punzadas de dolor por todo mi cuerpo.
Cuando ya casi he llegado a la puerta y creo haberlo despistado un cuerpo sale de un pasillo lateral y choca contra mí. Caemos al suelo. Pego codazos y pataleo para quitarme su cuerpo de encima. El cariño por Kebos se ha evaporado, como si nunca hubiese existido.
-¡APARTARE DE MÍ REPTIL ASQUEROSO!
Se levanto y aprovecho para empujarle y darle un fuerte puñetazo en  el estómago y otro en el ojo. Se dobla por la mitad a causa del golpe en el abdomen y yo aprovecho este pequeño lapso para volver a correr hacia la puerta. Cuando creo que tengo una oportunidad para salir de aquí algo me agarra la muñeca y tira de mí hacia atrás y me empuja contra la pared. Mi cabeza choca contra la piedra y cierro los ojos con fuerza, lo último que quiero ver antes de morir es un cocodrilo arrancándome la cabeza. Noto sus brazos apoyándose en la pared, rodeándome, formando una jaula para que no pueda escapar. Está tan cerca de mí que puedo notar su aliento en mi cara. Aunque no huele a sangre, como yo me esperaba, sino a loto. Es bastante irónico que el primer olor que percibo al despertarme sea el último que huela antes de morirme.
No lo veo, pero siento como apoya también los codos en la pared, acortando aún más la distancia entre nosotros. El sudor me pega el pelo al cráneo y mi único pensamiento razonal se dirige hacia si tendré una familia que me echará de menos. Lo dudo.
Trago saliva. Levanto la cabeza, aunque mantengo los ojos fuertemente cerrados. Con satisfacción oigo que respira con dificultad por mi puñetazo en el estómago. Abre la boca…
-Maldita sea, Grace.- Se detiene un momento para respirar.- ¿Pero qué narices te pasa? Me has fastidiado el ojo.-
Suspiro sonoramente, aliviada, y suelto el aire que no me había dado cuenta que contenía.
Es Edfú.
El imbécil de Edfú.
Levanto la rodilla y le pego una patada en la espinilla.
-¡¿Dónde estabas?!- Prácticamente le grito.
Él, ignorándome completamente, arquea la espalda, haciendo que estemos a la misma altura y que su frente se apoye en la mía. Respira profundamente, como si le estuviese costando un gran esfuerzo. Sus ojos brillan más de lo normal. Baja la vista hasta donde yo le he pateado y después vuelve a fijar su mirada en mí. Me produce escalofríos. Le miro en respuesta, intentando que no se note demasiado que el corazón me late diez veces más rápido de lo normal. Lo peor es que no estoy segura de que sea por la carrera de antes.
Con su boca, a unos escasos ocho centímetros de la mía, dice:
-Te mataré mientras duermes, lo sabes ¿Verdad?-
Inspiro hondo.
-No podrás matarme si te mato yo primero, y eso pasará si no te alejas de mí en los próximos tres segundos.-
No me hace caso, por el contrario, acorta el espacio, hasta que solo un pequeño centímetro nos separa. Si inclinase levemente la cabeza ahora, nuestros labios se tocarían.
Estoy a punto de apartarle, pero en el último momento me doy cuenta de que realmente le cuesta mucho respirar. Le hecho un poco hacia atrás y le sujeto los brazos para que no se caiga.
-¿Edfú?-
-¿Si?- Responde, susurrando.
-¿Estás bien?- Nada más preguntarlo me parece obvio.  No está bien, nada bien. Tiene que apoyarse en mi para  o caerse y no respira bien.
Abre la boca para contestarme (Algo sarcástico, seguro), pero en vez de eso se derrumba, apoyando todo su peso en mí. Entonces reparo en la presencia de Kebos, que debe seguir en alguna parte del edificio. En una situación normal gritaría pidiendo ayuda, pero si gritase ahora alertaría de mi presencia al horroroso hombre-cocodrilo, así que salgo, cargada con Edfú, lo más rápido que puedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario