Cuando sé con certeza que está completamente dormido, abro
los ojos y me levanto. Empiezo a palpar la pared en busca de cualquier signo de
algo como un picaporte. Pasa el tiempo y el miedo de que el chico se levante va
creciendo. Mis dedos tocan una hendidura, no lo suficientemente grande para que
sea una abertura. Me esfuerzo en intentar quitar toda la arena reseca que hay
pegada a la pared, cuando termino puedo ver que lo que había tocado antes era
un grabado que forma parte de un dibujo en la pared. Es un ojo, rodeado con Kohl.
Conozco este símbolo de antes aunque no se donde lo aprendí, es el ojo de
Horus, un poderoso símbolo egipcio.
Por un auto reflejo me llevo la mano al cuello. Una cadenita
cuelga de el, y de ella pende un colgante con el mismo símbolo que hay en la
pared. No había notado antes que lo llevaba. Me paso el collar por el cuello y
lo apoyo en la palma de mi mano y lo observo durante un momento. Si,
definitivamente es el mismo símbolo, así que si debo tener alguna relación con
este sitio. Le doy la vuelta y descubro unas pequeñas letras en jeroglíficos
Que los dioses te protejan, portadora del Horus.
No le doy demasiada importancia, estando en el mercado vi
muchos amuletos con inscripciones y al vivir aquí supongo que será normal saber
leer jeroglíficos.
Paso levemente los dedos por el colgante. Por un impulso
repentino empujo el centro de la pupila de ojo de la pared. Silenciosamente, la
pared se va desplazando hacia un lado dejándome un pequeño pasillo hacia fuera.
- Solo yo puedo abrir la puerta- Me burlo en susurros. Inocente
criatura.
Salgo al callejón por el que me ha traído antes. Corro todo
lo que puedo intentando alejarme lo más posible de ese lugar. Giro por un montón de callejones, cruzándome con
herrerías y puestos de pescado o cereales ya cerrados. Solo la luna, ya bien
alta en el cielo, alumbra mi camino hasta las afueras del pueblo cuando de
repente veo una figura en medio del camino que me hace detenerme.
No.
No puede ser.
- Sabes, cuando alguien te acoge para que no duermas en la
calle es de mala educación escapar mientras duerme.
Sus ojos azules se ven plateados por la noche y el viento
mueve ligeramente su pelo negro.
- También es de mala educación encerrar a alguien sin siquiera decirle su nombre.-
Respondo mientras cruzo los brazos sobre el pecho.
- Si eso es lo que esperas que haga, espera sentada.- dice él,
cruzándose también de brazos
Me giro completamente dejándolo de espaldas y empiezo a
caminar. Llevo unos cuantos metros cuando le oigo decir:
- Edfú. Mi nombre es Edfú.
Me giro para verle la cara mientras intento no reírme. Edfú?
¿Qué clase de nombre es Edfú? Pero aún así consigo mantenerme lo
suficientemente seria para decirle:
- Yo me llamo Grace.
Una voz surge desde las sobras de una tienda cerrada
- Y yo me llamo Bahari, ahora que somos amigos ya puedo
asaltaros.
Edfú y yo nos giramos en redondo para descubrir a un hombre
de aproximadamente cuarenta y cinco años con una barriga enorme y un sable del
tamaño de mi brazo. Su ropa está llena de manchas de grasa y se nota claramente
que hace semanas que no se afeita ni se ducha, apesta a pescado podrido y lodo.
Por el rabillo del ojo veo a Edfú poner una postura defensiva a mi lado
- Atrévete bandido grasiento.- Contesta a modo de respuesta.
El aludido se ríe, haciendo temblar todos los pliegues de
grasa de su ancho cuello. Por alguna razón
el comentario de Edfú de debe de hacer mucha gracia.
- Pero mira quien está aquí, el pequeño Edfú, desarmado, y
su novia, demasiado incompetente para poder infligir algún daño a alguien que
no sea ella misma.
En este momento podría haber soltado algo ingenioso y
ofensivo si tuviese la mente despejada, pero como no la tengo solo alcanzo a
decir:
- ¡Él no es mi novio!-
Gasta un momento en mirarme de arriba abajo entrecerrando
los ojos, hasta que por su rostro se extiende una asquerosa sonrisa, para luego
decir:
- Mucho mejor, así podrás quedarte conmigo.- Gira los ojos
para ver a Edfú.- Últimamente me siento muy solo.- Su sonrisa se extiende,
mostrando sus dientes, todos completamente podridos.
Estoy barajando la posibilidad de tirarle el vómito que
siento en la garganta y salir corriendo de aquí cuando siento un fuerte calor
que proviene de mi derecha y giro la cabeza para ver a Edfú completamente
relajado y con una media sonrisa en la cara. Estoy prácticamente segura de que
si sus pantalones tuviesen bolsillos sus manos se encontrarían allí. Parece muy
seguro de si mismo, cuando de entre los demás rincones oscuros acuden más
hombres que se unen a Bahari.
- ¿Y ahora que dices, joven rebelde? ¿Sigues tan seguro de
tus posibilidades ahora?
Cuento ocho hombres como mínimo. Al mirarlo ahora, Edfú
sigue en su posición relajada, pero sus hombros están en tensión y sus ojos se
han vuelto fríos y calculadores. Al bajar un poco más la mirada me doy cuenta
de que en su mano izquierda sujeta una espada curva que antes no llevaba. Sin
darnos demasiado tiempo para reaccionar, se lanzan hacía nosotros.
Edfú empieza luchando contra cinco de ellos y después de un
par de minutos observándolo me doy cuenta de que es él el que va ganando. No
puedo seguir observando su lucha, porque un hombre de piel oscura armado con
una daga viene hacía mí. Intenta apuñalarme una vez, pero para mi sorpresa
consigo apartarme a tiempo solo con una rasgadura en el vestido. Hace un
movimiento para rebanarme el cuello cuando su boca se abre y empieza a escupir
sangre. Después de unos segundos cae hacia delante y puedo ver a Edfú detrás suyo
limpiando la sangre de su espada con un trozo de camisa de otro de los hombres
a los que ha vencido. Tiene un brillo casi loco en los ojos y doy un paso hacia
atrás alejándome.
Él se da cuenta del gesto y pregunta, casi con desesperación:
- ¿estás bien, te ha herido?
- Estoy perfectamente, solo me ha rasgado el vest…
Pero no puedo terminar porque de repente noto un dolor en
estómago y cuando bajo la mirada veo la parte delantera de una daga larga
sobresaliendo de mi abdomen.
Caigo de rodillas y la vista se me tiñe de rojo. Siento
calor, mucho calor y entonces frío. Tengo las manos encima del estómago y puedo
notar como una enorme mancha de sangre se va extendiendo por el vestido que
Josué me ha dado.
Mis piernas ya no me sostienen y me caigo contra en suelo
mientras mis ojos se cierran.
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