lunes, 3 de junio de 2013

Identidad



Cuando sé con certeza que está completamente dormido, abro los ojos y me levanto. Empiezo a palpar la pared en busca de cualquier signo de algo como un picaporte. Pasa el tiempo y el miedo de que el chico se levante va creciendo. Mis dedos tocan una hendidura, no lo suficientemente grande para que sea una abertura. Me esfuerzo en intentar quitar toda la arena reseca que hay pegada a la pared, cuando termino puedo ver que lo que había tocado antes era un grabado que forma parte de un dibujo en la pared. Es un ojo, rodeado con Kohl. Conozco este símbolo de antes aunque no se donde lo aprendí, es el ojo de Horus, un poderoso símbolo egipcio.

Por un auto reflejo me llevo la mano al cuello. Una cadenita cuelga de el, y de ella pende un colgante con el mismo símbolo que hay en la pared. No había notado antes que lo llevaba. Me paso el collar por el cuello y lo apoyo en la palma de mi mano y lo observo durante un momento. Si, definitivamente es el mismo símbolo, así que si debo tener alguna relación con este sitio. Le doy la vuelta y descubro unas pequeñas letras en jeroglíficos

Que los dioses te protejan, portadora del Horus.

No le doy demasiada importancia, estando en el mercado vi muchos amuletos con inscripciones y al vivir aquí supongo que será normal saber leer jeroglíficos.

Paso levemente los dedos por el colgante. Por un impulso repentino empujo el centro de la pupila de ojo de la pared. Silenciosamente, la pared se va desplazando hacia un lado dejándome un pequeño pasillo hacia fuera.

- Solo yo puedo abrir la puerta- Me burlo en susurros. Inocente criatura.

Salgo al callejón por el que me ha traído antes. Corro todo lo que puedo intentando alejarme lo más posible de ese lugar. Giro  por un montón de callejones, cruzándome con herrerías y puestos de pescado o cereales ya cerrados. Solo la luna, ya bien alta en el cielo, alumbra mi camino hasta las afueras del pueblo cuando de repente veo una figura en medio del camino que me hace detenerme.

No.

No puede ser.

- Sabes, cuando alguien te acoge para que no duermas en la calle es de mala educación escapar mientras duerme.

Sus ojos azules se ven plateados por la noche y el viento mueve ligeramente su pelo negro.

- También es de mala educación encerrar a  alguien sin siquiera decirle su nombre.- Respondo mientras cruzo los brazos sobre el pecho.

- Si eso es lo que esperas que haga, espera sentada.- dice él, cruzándose también de brazos

Me giro completamente dejándolo de espaldas y empiezo a caminar. Llevo unos cuantos metros cuando le oigo decir:

- Edfú. Mi nombre es Edfú.

Me giro para verle la cara mientras intento no reírme. Edfú? ¿Qué clase de nombre es Edfú? Pero aún así consigo mantenerme lo suficientemente seria para decirle:

- Yo me llamo Grace.

Una voz surge desde las sobras de una tienda cerrada

- Y yo me llamo Bahari, ahora que somos amigos ya puedo asaltaros.

Edfú y yo nos giramos en redondo para descubrir a un hombre de aproximadamente cuarenta y cinco años con una barriga enorme y un sable del tamaño de mi brazo. Su ropa está llena de manchas de grasa y se nota claramente que hace semanas que no se afeita ni se ducha, apesta a pescado podrido y lodo. Por el rabillo del ojo veo a Edfú poner una postura defensiva a mi lado

- Atrévete bandido grasiento.- Contesta a modo de respuesta.

El aludido se ríe, haciendo temblar todos los pliegues de grasa de su  ancho cuello. Por alguna razón el comentario de Edfú de debe de hacer mucha gracia.

- Pero mira quien está aquí, el pequeño Edfú, desarmado, y su novia, demasiado incompetente para poder infligir algún daño a alguien que no sea ella misma.

En este momento podría haber soltado algo ingenioso y ofensivo si tuviese la mente despejada, pero como no la tengo solo alcanzo a decir:

- ¡Él no es mi novio!-

Gasta un momento en mirarme de arriba abajo entrecerrando los ojos, hasta que por su rostro se extiende una asquerosa sonrisa, para luego decir:

- Mucho mejor, así podrás quedarte conmigo.- Gira los ojos para ver a Edfú.- Últimamente me siento muy solo.- Su sonrisa se extiende, mostrando sus dientes, todos completamente podridos.

Estoy barajando la posibilidad de tirarle el vómito que siento en la garganta y salir corriendo de aquí cuando siento un fuerte calor que proviene de mi derecha y giro la cabeza para ver a Edfú completamente relajado y con una media sonrisa en la cara. Estoy prácticamente segura de que si sus pantalones tuviesen bolsillos sus manos se encontrarían allí. Parece muy seguro de si mismo, cuando de entre los demás rincones oscuros acuden más hombres que se unen a Bahari.

- ¿Y ahora que dices, joven rebelde? ¿Sigues tan seguro de tus posibilidades ahora?

Cuento ocho hombres como mínimo. Al mirarlo ahora, Edfú sigue en su posición relajada, pero sus hombros están en tensión y sus ojos se han vuelto fríos y calculadores. Al bajar un poco más la mirada me doy cuenta de que en su mano izquierda sujeta una espada curva que antes no llevaba. Sin darnos demasiado tiempo para reaccionar, se lanzan hacía nosotros.

Edfú empieza luchando contra cinco de ellos y después de un par de minutos observándolo me doy cuenta de que es él el que va ganando. No puedo seguir observando su lucha, porque un hombre de piel oscura armado con una daga viene hacía mí. Intenta apuñalarme una vez, pero para mi sorpresa consigo apartarme a tiempo solo con una rasgadura en el vestido. Hace un movimiento para rebanarme el cuello cuando su boca se abre y empieza a escupir sangre. Después de unos segundos cae hacia delante y puedo ver a Edfú detrás suyo limpiando la sangre de su espada con un trozo de camisa de otro de los hombres a los que ha vencido. Tiene un brillo casi loco en los ojos y doy un paso hacia atrás alejándome.

Él se da cuenta del gesto y pregunta, casi con desesperación:

- ¿estás bien, te ha herido?

- Estoy perfectamente, solo me ha rasgado el vest…

Pero no puedo terminar porque de repente noto un dolor en estómago y cuando bajo la mirada veo la parte delantera de una daga larga sobresaliendo de mi abdomen.

Caigo de rodillas y la vista se me tiñe de rojo. Siento calor, mucho calor y entonces frío. Tengo las manos encima del estómago y puedo notar como una enorme mancha de sangre se va extendiendo por el vestido que Josué me ha dado.

Mis piernas ya no me sostienen y me caigo contra en suelo mientras mis ojos se cierran.

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