domingo, 26 de mayo de 2013

Una cueva en el subsuelo



He cerrado los ojos, pero noto cuando uno de los hombretones cae al suelo. El suelo tiembla y escucho el sonido de cuchillos al caer al suelo. Mantengo los ojos cerrados y respiro por la nariz para evitar la tentación de gritar pidiendo socorro. Uno a uno todos van aterrizando contra el suelo. Algo me roza el hombro y contengo la respiración, siento la boca de alguien cerca de mi oreja.

- Abre los ojos y corre, antes de que recuperen el sentido.-

Lentamente mis párpados se abren y puedo ver a mi rescatador. Tiene el pelo negro como el mío y está bronceado, ojos grises y ropa algo raída, su mirada solo advierte una cosa, problemas. Ahora mismo es mi única opción restante así que decido seguirle. Corremos mientras él me guía por calles secundarias hasta que ya no se oye a nuestros perseguidores. Llegamos a un callejón y empuja un trozo de pared, que se echa hacia atrás mostrando una entrada secreta que nos lleva hasta una pequeña habitación con paredes y suelos de piedra. Cuando entro, la puerta se cierra detrás de mí.

Mierda.

Escapo de unos brutos y vuelvo a caer en otra trampa.

Me doy la vuelta y empiezo a palpar la pared intentando encontrar un picaporte o hendidura para poder abrir la puerta.

Le oigo hablarme desde la otra punta de la habitación.

-Solo yo puedo abrir la puerta.

Me giro en redondo para mirarle. Se ha sentado con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en la pared.

-No te he salvado para matarte, puedes sentarte tranquilamente, toma.- Me lanza un trozo de pan caliente, no quiero pensar de donde lo ha sacado, estoy casi segura de que antes no lo llevaba, pero estoy tan hambrienta que me lo como sin pensar en un par de bocados. Me siento lo más lejos de él que puedo y me dedico a observarle mientras se come su trozo de pan.

Es un chico de estatura normal, aunque es más alto que yo. Tiene el pelo completamente negro y sus ojos no son grises como yo había pensado en un principio sino de un azul oscuro con motas claras, como un cielo de noche. Debe de tener dieciocho años. Va vestido con una camisa que en un momento debía ser blanca pero que se está empezando a teñir con el color de la arena y unos pantalones marrones algo raídos por la altura de la rodilla. Va descalzo pero aún así no tiene ninguna  herida.

Siento su  mirada en mi y se que él también me observa, evaluándome. Sinceramente me da igual, que haga lo que quiera.

Me acurruco en mi rincón y cierro los ojos pero no consigo dormir. Vuelvo a abrir los ojos para observar la habitación pero no hay mucho que ver, así que vuelvo a mirar al chico que me ha rescatado antes.

- No eres muy habladora ¿verdad?- acaba preguntando.

No. Y si lo fuera ¿Qué le diría? Hace unas horas me he despertado en un sitio desconocido , sin recordar nada de mi pasado, ni siquiera si tengo algún lugar al que volver. Pero en vez de eso, le contesto:

- ¿Porqué me has ayudado?-

Fija la vista en mi, como si fuese la persona más estúpida que hubiese conocido y mi sola presencia  hubiese arruinado su vida.

-No se tú pero a mi no me hace mucha ilusión que vayan cortando manos a la gente.-

No me gusta, es arrogante y piensa que está por encima de todos, como si fuese vestido con una túnica de faraón y no con unos harapos que seguramente ha robado. No se por que pero estoy segura de que ya he estado con más gente como él antes, que piensan que son los reyes del mundo. Sigo sin responder así que aprovecha para hacerme otra pregunta.

-¿Cómo te llamas?- Por su tono de voz me queda claro que realmente le importa un pimiento como me llame y que solo pregunta por tener una conversación, pero yo no estoy de humor. Le miro y respondo:

-Como si te importase.-

Veo furia en sus ojos pero al cabo de un instante se apaga y vuelven a ser como antes.

-Te salvé a ti y a tu maldita mano, creo que merezco, al menos, saber como te llamas.-

-Creo recordar que nadie te pidió que me salvaras a mí y a mi maldita mano, señor engreído.- Resisto la tentación de sacarle la lengua, por que estoy bastante segura de que aquí eso está castigado con la muerte o algo por el estilo.

Me mira como si hubiese caído del cielo y luego responde:

-Al menos yo no soy al que iban a cortar un mano por ladrona.-

Eso es demasiado, estallo.

-¡MIRA, YO NO TE HE PEDIDO QUE ME RESCATARAS Y ME TRAJERAS A ESTE ESTÚPIDO AGUJERO MOHOSO PARA LUEGO PORTARTE COMO UN AUTÉNTICO IDIOTA SIN  DEJARME SALIR CUANDO NO ME ACUERDO DE NADA Y…-  No puedo seguir hablando, noto un nudo en mi y no me doy cuenta de que estoy llorando hasta que el chico se levanta y me aparta una lágrima de la mejilla. Genial, ahora estoy llorando en el hombro de un chico que no conozco de nada. Bravo Grace.

Me abraza intentando consolarme, como si fuésemos amigos de toda la vida.

-Vamos, no pasa nada. Todo va a ir bien.-

Já. Seguro. Y aquí estoy yo, contándole mis penas. Brillante idea por mi parte. Si resulta que es una especie de asesino de una secta egipcia estoy apañada.

Cuando paro de llorar me aparto de él y vuelvo a sentarme hecha un ovillo.
-Hasta mañana.- Le digo, y después de echarme una última mirada, también se tumba y cierra los ojos

No hay comentarios:

Publicar un comentario