Intento echarme para atrás pero su mano apoyada en mi nuca
(¿Cuándo la ha puesto ahí?) me empuja hacia él. Todo se mueve a cámara lenta y
cuando sus labios están a punto de chocar contra los míos se cae para atrás y
la arena le envuelve. Tardo unos segundos en darme cuenta de que lo que le ha
tumbado ha sido un puño cerrado con fuerza. Un puño formado por largos dedos y
una piel perfectamente bronceada que va pegada a un musculoso brazo.
Se me corta la respiración y me noto palidecer.
-¡Cómo vuelvas a ponerle un dedo encima sin su permiso te
arrancaré los ojos y se los daré de comer a los buitres! ¿¡Me has entendido!?
Ahmes consigue levantarse de la arena y avanza hacia él con
intención de pegarle pero Edfú simplemente le pega un rodillazo en la cara y lo
deja inconsciente.
Entonces se gira, como si acabase de acordase de que estoy
aquí. Parece quedarse sin nada que decir y eso es bastante inusual en él.
Mi estómago da un vuelco.
Parece un año o dos más mayor que la última vez que nos
vimos pero por el resto sigue siendo el mismo. En sus ojos siguen habiendo dos
noches que se están volviendo plateadas mientras el atardecer va avanzando.
-Grace…- Intenta decir
-¿Qué haces aquí, Horus?
La poca emoción de sus ojos
desaparece.
-Tú solías llamarme Edfú.
Tuerzo el gesto en una mueca de asco.
-Eso fue cuando no sabía quien eras realmente.
Ahora el indignado parece él.
-¿Y quién soy realmente, Grace?
Aprieto los puños y le respondo, furiosa:
-¡No me llames así!
No he usado ese nombre desde hace meses y solo muy poca gente como Jeneret lo conoce,
me niego a que él sea una de esas personas.
-¿Y como quieres que te llame?
Ahora vuelve a usar su estúpido tono arrogante de siempre.
¿Es que no entiende que quiero que se aleje de mí? ¿Que su presencia me hace
daño?
-¡¿No quiero que me llames de ninguna manera?! ¡Lo único que
quiero es que te alejes y me dejes en paz!
No espero su respuesta, me alejo todo lo que puedo
campamento a dentro dispuesta a intentar dejarlo atrás. Hace dos años aprendí
por las malas que no puedes enfrentarte a los dioses, tu única escapatoria es
huir y esperar que no te encuentren. Pero al parecer ese no es mi caso por que
enseguida noto el agarre de su mano en mi muñeca.
-¡Déjame en paz!
Sé que sueno como una niña pequeña malcriada pero no me
importa, no me importa por que ahora todo lo que quiero es que se aleje de mí.
Edfú me hace girar para estar de cara a él. Sus ojos ya están completamente de un
tenue plateado, suspira y susurra:
-Por favor.
Inspiro aire y le aparto para seguir mi camino, pero le oigo
decir detrás de mí:
-¡Te necesito!
Me quedo congelada en el sitio hasta que finalmente me veo
capaz de decir lo que he tenido atascado en la garganta desde que lo he visto
antes:
-¡PERO YO NO TE NECESITO A TI! ¡Eres el estúpido dios de la
guerra, Horus! ¡Tú no necesitas a una maldita ladrona para seguir adelante!
De repente los dos nos estamos gritando mutuamente.
-¡Maldita sea, Grace! ¡Te necesito y no soy el único! ¡Todos
te necesitamos, Egipto te necesita! ¡Tú eres mejor que esto!
-¡¿Si tan importante soy por qué no te molestarte en
buscarme, en impedirme que me fuera?!
Decirlo me libera. Después de los tres meses que pasé en
Philae aprendiendo y recordando lo único que podía pensar mientras estaba sola
en las calles era en donde estaría él. Estuve convencida de que volvería, me
convencí a mi misma de que sería capaz de perdonarle por lo que había hecho.
Suena patético y lo sé, pobre chiquilla que todavía esperaba su final feliz.
También me doy cuenta de que estoy siendo una hipócrita y
una egocéntrica al haber esperado esto, cuando fui yo la que se fue. Y a la
larga prefiero haberlo hecho. Por eso no me alegra la idea de su regreso.
No me responde pero avanza hacia mí y me coge por las
muñecas. Yo me muevo, liberándome y su mirada se vuelve dura, como si
discutiera con una niña de cuatro años que no quiere irse a la cama, que es
exactamente como me estoy comportando.
-¡Solo quiero que me dejes seguir con mi vida! ¡¿Es
demasiado pedir?!
Edfú aprieta los puños y los baja hasta sus costados, frunce
el ceño.
-¿Eso es lo que quieres, que me vaya y me olvide de ti?
Tiene el mismo tono de voz que aquel día en el que descubrí
quien era. Parece triste.
Respiro hondo e intento parecer más fuerte de lo que
realmente soy.
- Dentro de un tiempo yo olvidaré el color de tus ojos y tú habrás
olvidado el mío.-
Me mira, con el ceño aún fruncido.
- Pero…
Suelto un pequeño gruñido. ¿De verdad no se da cuenta? ¿Cómo
puede estar tan ciego? Finalmente, decido decírselo y que se aleje de mí (No
sin antes hacer una broma sarcástica, claro)
- Mira.- Cierro los ojos, aspiro y espiro.- Tu me gustabas
¿vale? Y sinceramente no quiero volver a lo mism-
Seguiría explicando mis razones si los labios de Edfú no
estuviesen sobre los míos.
Tardo un segundo en procesarlo y cuando lo hago me paralizo.
No puedo mover ni las manos ni las piernas, aunque estas me
tiemblen un poco, solo sé que de algún modo tengo los ojos cerrados.
Es mucho más diferente a como sé que habría sido con Ahmes.
Edfú tiene una mano posada suavemente en mi mejilla y no me presiona contra él
obligándome a responder. También es muy diferente de cómo me había imaginado
que sería con el propio Edfú.
Estoy tan concentrada en su mano en mi mejilla y sus labios
sobre los míos que tardo en asimilar lo que está pasando, y cuando lo hago
reúno las pocas neuronas que no están desmayadas de mi cabeza, le pongo las
manos en el pecho y le empujo hacia atrás, lejos de mí.
Como debería ser.
¿No?