domingo, 19 de enero de 2014

Solo pongo esto para avisaros de que voy a dejar de publicar aquí la historia, a partir de ahora podeis leerla en la dirección http://www.wattpad.com/story/9994928-un-baile-con-los-dioses-el-secreto-de-la-portadora . Y también agradeceros que hayais estado siguiendo mi historia :)

viernes, 3 de enero de 2014

solamente el fin del mundo

Edfú sigue parado enfrente mío mirando al suelo arrepentido. Por un momento me entran ganas de llegar hasta él , abrazarlo y consolarlo, las tengo hasta que analizo lo que ha pasado.
Me ha besado. El dios Horus me ha besado y no estoy segura de que eso esté bien, al menos para mí. Tengo un puñal clavado en el pecho pero reúno el valor suficiente para susurrar:
-Deberías irte- Cojo aire y vuelvo a hablar- Pronto alguien pasará por aquí y preguntará quién eres.- Carraspeo, incómoda- Y yo tengo, hum, cosas que hacer y eso.- Me doy la vuelta para marcharme pero el sonido de su voz me lo impide.
-Lo siento, no pretendía hacer eso- Su mirada choca con la mía y por un momento es como si sus ojos plateados pudiesen en los lugares más recónditos de mi mente, aunque seguramente sea eso lo que están haciendo. – Por favor, necesito tu ayuda.- Otra vez esa palabra, te necesito, te necesito, me encantaría que dejase de decir eso y cerrase la boca.- No te mentía cuando te dije que estamos en peligro y tampoco he sido yo el que ha decidido esto, yo solo soy el mensajero.- Y después empieza a murmurar cosas de las que solo logro entender menos de la mitad.- Aunque bien pensado no deberían haberme mandado (…) Thot debería ser el que estuviese aquí…-
-¿Thot?- le interrumpo- ¿Thot, como, el dios del conocimiento?
-¿Le conoces?- Pregunta, algo sorprendido.
-Mi madre me habló de él.
Después de que Isis me ayudase pude recordar mi pasado, entre eso el dato de que al parecer mi madre es una famosa arqueóloga dedicada a la egiptología, así que ahora no me extraña tanto que sepa leer jeroglíficos o que sepa hablar el idioma, aunque sigue siendo raro.
Esta a punto de volver a abrir la boca pero le corto.
-Mira Horus, muchas gracias por tu visita, ha sido un placer volver a verte, no sigas creciendo y esas cosas, pero ahora enserio, me gustaría que te fueras.
-Grace…
-No. No lo digo como cualquier cosa. Quiero que te vayas, que te vayas de mi vida y te agradecería mucho que no volvieras.
-Pero…
Cojo aire y suspiro antes de volver a interrumpirle.
-Escucha, no quiero convertirme en la típica chica de la típica historia cual vida cambia después de conocer al típico chico que es el perfecto centro del mundo, ¿vale? Quiero ser yo la que escriba mi propio destino y no necesito tu ayuda para lograrlo.
Me doy la vuelta para dejarlo atrás (otra vez) pero un brillante muro azul transparente me lo impide. Y vuelvo a voltearme cuando le oigo gritar, parece furioso.
-¿¡crees que esto tiene algo que ver conmigo, contigo, con nosotros?! ¡Esto nos supera a todos! ¡Ni siquiera los dioses estamos a salvo! ¡Todo esto será destruido, no solo ahora, sino también en tu tiempo! ¡Si el mundo se destruye ahora afectará también a tu futuro! ¡Nadie saldrá impune!- Golpea al aire con el puño hacia abajo y la arena sale volando en todas direcciones en la zona donde hubiese impactado el golpe.- ¡Maldita sea, ni siquiera el mismísimo Ra sabe que hacer!
Se me abre la boca del asombro. Este es el Edfú que yo conozco, pero al parecer con muchos más problemas, el fin del mundo nada más y nada menos. Al parecer no se le puede dejar solo ni un momento.
-No soy yo el que ha decidido acudir a ti. Si por mi fuera habría dejado que continuases por tu cuenta.
Noto una presión pero la despejo. Estoy aturdida.
-Entonces… me estas diciendo que los dioses…
-Exacto, son ellos los que te han convocado y si ellos te convocan no te queda más remedio que ir.
Cojo aire y asiento. Él parece satisfecho así que sin acercarse a mi me tiende una mano y yo lo miro mal.
-Necesitas sujetarme a mí para llegar.- Poso la mano, apenas rozando la suya. Él pone los ojos en blanco.- debes sujetarte fuerte, sino podrías  acabar descuartizada en cualquier parte del mundo.
-Sí, capitán.- digo irónica y le agarro la mano con fuerza.
Sonríe de medio lado y suelta un:
-Mejor.

Después de eso la arena empieza a rodearnos y me siento desaparecer poco a poco.

jueves, 21 de noviembre de 2013

te necesito



Intento echarme para atrás pero su mano apoyada en mi nuca (¿Cuándo la ha puesto ahí?) me empuja hacia él. Todo se mueve a cámara lenta y cuando sus labios están a punto de chocar contra los míos se cae para atrás y la arena le envuelve. Tardo unos segundos en darme cuenta de que lo que le ha tumbado ha sido un puño cerrado con fuerza. Un puño formado por largos dedos y una piel perfectamente bronceada que va pegada a un musculoso brazo.



Se me corta la respiración y me noto palidecer.



-¡Cómo vuelvas a ponerle un dedo encima sin su permiso te arrancaré los ojos y se los daré de comer a los buitres! ¿¡Me has entendido!?



Ahmes consigue levantarse de la arena y avanza hacia él con intención de pegarle pero Edfú simplemente le pega un rodillazo en la cara y lo deja inconsciente.



Entonces se gira, como si acabase de acordase de que estoy aquí. Parece quedarse sin nada que decir y eso es bastante inusual en él.



Mi estómago da un vuelco.



Parece un año o dos más mayor que la última vez que nos vimos pero por el resto sigue siendo el mismo. En sus ojos siguen habiendo dos noches que se están volviendo plateadas mientras el atardecer va avanzando.



-Grace…- Intenta decir



-¿Qué haces aquí, Horus?



La poca emoción de sus ojos  desaparece.



-Tú solías llamarme Edfú.



Tuerzo el gesto en una mueca de asco.



-Eso fue cuando no sabía quien eras realmente.



Ahora el indignado parece él.



-¿Y quién soy realmente, Grace?



Aprieto los puños y le respondo, furiosa:



-¡No me llames así!



No he usado ese nombre desde hace meses y  solo muy poca gente como Jeneret lo conoce, me niego a que él sea una de esas personas.



-¿Y como quieres que te llame?



Ahora vuelve a usar su estúpido tono arrogante de siempre. ¿Es que no entiende que quiero que se aleje de mí? ¿Que su presencia me hace daño?



-¡¿No quiero que me llames de ninguna manera?! ¡Lo único que quiero es que te alejes y me dejes en paz!



No espero su respuesta, me alejo todo lo que puedo campamento a dentro dispuesta a intentar dejarlo atrás. Hace dos años aprendí por las malas que no puedes enfrentarte a los dioses, tu única escapatoria es huir y esperar que no te encuentren. Pero al parecer ese no es mi caso por que enseguida noto el agarre de su mano en mi muñeca.



-¡Déjame en paz!



Sé que sueno como una niña pequeña malcriada pero no me importa, no me importa por que ahora todo lo que quiero es que se aleje de mí.



Edfú me hace girar para estar de cara a  él. Sus ojos ya están completamente de un tenue plateado, suspira y susurra:



-Por favor.



Inspiro aire y le aparto para seguir mi camino, pero le oigo decir detrás de mí:



-¡Te necesito!



Me quedo congelada en el sitio hasta que finalmente me veo capaz de decir lo que he tenido atascado en la garganta desde que lo he visto antes:



-¡PERO YO NO TE NECESITO A TI! ¡Eres el estúpido dios de la guerra, Horus! ¡Tú no necesitas a una maldita ladrona para seguir adelante!



De repente los dos nos estamos gritando mutuamente.



-¡Maldita sea, Grace! ¡Te necesito y no soy el único! ¡Todos te necesitamos, Egipto te necesita! ¡Tú eres mejor que esto!



-¡¿Si tan importante soy por qué no te molestarte en buscarme, en impedirme que me fuera?!



Decirlo me libera. Después de los tres meses que pasé en Philae aprendiendo y recordando lo único que podía pensar mientras estaba sola en las calles era en donde estaría él. Estuve convencida de que volvería, me convencí a mi misma de que sería capaz de perdonarle por lo que había hecho. Suena patético y lo sé, pobre chiquilla que todavía esperaba su final feliz.



También me doy cuenta de que estoy siendo una hipócrita y una egocéntrica al haber esperado esto, cuando fui yo la que se fue. Y a la larga prefiero haberlo hecho. Por eso no me alegra la idea de su regreso.



No me responde pero avanza hacia mí y me coge por las muñecas. Yo me muevo, liberándome y su mirada se vuelve dura, como si discutiera con una niña de cuatro años que no quiere irse a la cama, que es exactamente como me estoy comportando.



-¡Solo quiero que me dejes seguir con mi vida! ¡¿Es demasiado pedir?!



Edfú aprieta los puños y los baja hasta sus costados, frunce el ceño.



-¿Eso es lo que quieres, que me vaya y me olvide de ti?



Tiene el mismo tono de voz que aquel día en el que descubrí quien era. Parece triste.



Respiro hondo e intento parecer más fuerte de lo que realmente soy.



- Dentro de un tiempo yo olvidaré el color de tus ojos y tú habrás olvidado el mío.-



Me mira, con el ceño aún fruncido.



- Pero…



Suelto un pequeño gruñido. ¿De verdad no se da cuenta? ¿Cómo puede estar tan ciego? Finalmente, decido decírselo y que se aleje de mí (No sin antes hacer una broma sarcástica, claro)



- Mira.- Cierro los ojos, aspiro y espiro.- Tu me gustabas ¿vale? Y sinceramente no quiero volver a lo mism-



Seguiría explicando mis razones si los labios de Edfú no estuviesen sobre los míos.



Tardo un segundo en procesarlo y cuando lo hago me paralizo.



No puedo mover ni las manos ni las piernas, aunque estas me tiemblen un poco, solo sé que de algún modo tengo los ojos cerrados.



Es mucho más diferente a como sé que habría sido con Ahmes. Edfú tiene una mano posada suavemente en mi mejilla y no me presiona contra él obligándome a responder. También es muy diferente de cómo me había imaginado que sería con el propio Edfú.



Estoy tan concentrada en su mano en mi mejilla y sus labios sobre los míos que tardo en asimilar lo que está pasando, y cuando lo hago reúno las pocas neuronas que no están desmayadas de mi cabeza, le pongo las manos en el pecho y le empujo hacia atrás, lejos de mí.



Como debería ser.



¿No?




domingo, 10 de noviembre de 2013

Faraón



- Empezaré con una palabra- Ahmes sonríe de medio lado y juraría por los dioses que por lo menos un cuarto de su público suelta un suspiro.- Faraón.- Esa simple palabra hace que me incline hacia delante. La mayoría de nosotros ha cometido un gran robo pero solo unos pocos hemos podido robarle directamente al faraón.- Yo estaba en la calle robando tranquilamente como un buen ciudadano cuando ví a un soldado de la guardia solo. Amablemente le pedí prestado su uniforme y me fui a unirme a uno de los grupos que volvía a palacio.- Todos soltamos una pequeña risa. Tenemos bastante claro como Ahmes “pidió prestado” un uniforme.- Me colé en el palacio y robé algunas joyas y papiros.- Al decir papiros me mira con una mirada que claramente dice “luego hablamos”.- Y eso es todo.- Vuelve a sonreír de medio lado y sé que lo ha hecho completamente a propósito.
Puede que los más novatos no lo hayan entendido y se contenten con esta historia, pero a todos los demás nos ha dejado con la boca abierta.
No explica detalles, ni siquiera explica como consiguió salir del palacio y eso es lo más importante.
Alh, que está a mi derecha está a punto de abrir la boca para preguntar algo cuando Ahmes se levanta y se aleja del fuego. Inmediatamente los adultos empiezan a discutir.
- ¡Este chico siempre está igual!¡Solo cuenta la mitad de la historia y nunca llega a terminarla!-
-¡Jhek tiene razón!¡Qué los dioses nos asistan si ese muchacho nos cuenta alguna vez una historia completa!-
Todos empiezan a discutir y hay un par que piensan levantarse e ir a pedirle explicaciones, así que agarro del brazo a uno y le digo:
 -Dejadlo. Ya voy yo.- Pretendo poner un pequeño tono de amenaza en mi voz, que consigue su propósito cuando ambos se apartan y me dejan ir tras Ahmes.
La primera vez que estuve en el campamento todo el mundo me trataba como si no existiese, y los que sí me trataban como a una mascota, ahora podría pedirles que se arrodillaran e incluso el más hombre me obedecería. Supongo que me gusta la sensación.
De todos modos, entiendo a Ahmes. Que a todo el mundo le interese más tu historia que la suya propia es un poco agobiante.
Le alcanzo cuando se detiene detrás de un pequeño edificio donde se guardan las conservas y los bálsamos, siempre me ha gustado este lugar en concreto, lo único que hay delante es desierto. Ningún edificio, ningún guardia, ningún recuerdo.
Me siento a su lado y le observo de perfil, es guapo, bastante, y lo peor o mejor es que el es consciente de ello.
Él se gira para mirarme a la cara
-gracias por no dejar que uno de esos cuarentones bigotudos viniera a echarme la bronca.- Me agradece mientras sonríe de medio lado.
Yo suelto una carcajada ante su descripción de los ladrones veteranos y finjo estar horrorizada
-¡Por supuesto que no! ¡Podrían haberte cortado los dedos uno a uno!- Majt amenazó con hacerle esto a un novato hace unos dos meses cuando le llamó gordinflón.
Ahmes suelta una carcajada y acto seguido dice:
-Eres preciosa.-
Pego un pequeño brinco con la sorpresa, creyendo haber oído algo mal.
-He dicho que eres preciosa, sin duda alguna la chica más atractiva de todo el campamento.-
En vez de halagarme su cumplido me mosquea un poco. ¿Preciosa? No me habría molestado si no lo hubiese dicho como si yo fuese una esmeralda incrustada en un collar de oro.
Él ve mi expresión y rápido dice:
-Hey, ¿He dicho algo malo?-
Sacudo la cabeza, en un absurdo intento de tranquilizarme.
-No, estoy bien.-
Sonríe de medio lado, aunque ahora no me resulta tan atractiva.
-Menos mal, por que si no, no podría hacer esto.
Y se inclina para besarme.
Espera ¿Besarme?

jueves, 5 de septiembre de 2013

Ahmes



Llego al campamento cuando el sol ya se está ocultando, pero está todo lleno de gente. La mayoría me saludan al pasar, he estado viviendo aquí algunos meses así que la mayoría me conocen. Voy andando por la calle principal y ,por el rabillo del ojo, puedo ver a Nuaj y Ram intentando estafar a unos recién llegados para que se gasten su dinero en sus trucos. A la izquierda, en la entrada de la armería, esta Jent , una niña de Cinco años, jugando con unas muñecas de trapo que alguno de los mayores han debido de conseguirla. Detrás de algunos puestos que hay donde venden comida y ropa, está Reqa haciendo una competición de malabares con cuchillos contra un tipo bastante grandote que no había visto antes pero que parece llevarse muy bien con ella. Y luego le veo a él. Ahmes. No se le ve a menudo por el campamento. Es como un fantasma. Aparece y desaparece. Está apoyado en una de las muchas columnas que hay aquí que alguna vez pertenecieron a un templo. Al verme pasar me sonríe de medio lado y yo le devuelvo la sonrisa mientras sigo mi camino, aunque sé que su mirada sigue posada en mí. Sonrío para mis adentros mientras aparto la sábana que cubre la entrada de la “oficina” de Jeneret. Ella está sentada en frente de una mesa de madera algo vieja, escribiendo un papiro. Muy pocas personas que no son escribas  saben leer y/o escribir, Jeneret es una de ellas, ya que su padre sí era un escriba y la enseñó cuando era pequeña, y yo sé hacerlo por que mi madre me enseño a los diez años. Ella debe de estar escribiéndole a los infiltrados en palacio. Cuando me oye entrar para de escribir y me mira, mientras me sonríe dice:
-¡Grace!, ¿Qué haces aquí?-
Como respuesta le pongo la bolsa con los collares en la mesa. Jeneret y yo hicimos un trato hace cosa de tres meses, yo me quedaría las joyas que más me gustaban y el resto se las daba a ellos para que las repartiesen entre la gente pobre.
Coge la bolsa y mira dentro. Saca el amuleto de Horus y dice:
- Es bonito ¿No lo quieres?-
- No es precisamente de mi agrado.-
Ella se encoge de hombros y lo vuelve a meter en el saco.
- ¿Dónde has estado todo este tiempo? Se te ha echado de menos.-
Me acusa ella.
-He estado ocupada.-
Por supuesto no voy a decirla que lo que realmente he estado haciendo ha sido intentar vender mi amuleto del ojo de Horus, aunque no haya nadie que haya querido comprarlo después de ver la inscripción de detrás,  por que según ellos estaba “maldito”. En fin.
- Creo que deberías quedarte unos días al menos, Grace.-
Jeneret ya no es la chica alegre y jubilosa de hace dos años, ahora tiene ojeras casi todos los días y a veces el estrés la hace parecer mucho más mayor de lo que realmente es.
Y como si así pretendiese convencerme, añade:
- Y además también Ahmes ha llegado hoy y se quedará durante un tiempo.-
- Ya lo he visto.-
Ella suspira, como si estuviese tratando con una persona realmente estúpida.
- Deberías ir a hablar con él y-
- ¡Jeneret!-
- Vale, vale.-
- Yo no tengo tiempo para esas cosas, ya lo sabes.-
Ella pone los ojos en blanco y contraataca.
- ¿Y qué me dices de ese chico con el que viniste la primera vez? Parecías tener mucho tiempo para él-
Noto la sangre subiendo a mis mejillas, y procuro estar mortalmente seria cuando la digo:
- Entre él y yo no pasó, pasa ni pasará nada.-
Vuelve a suspirar y dice:
- Bueno, cariño, lo que tú digas. Pero lo de quedarte va enserio, tienes que descansar.
Acepto a regañadientes y salgo de la tienda para ir a montar la mía.


Cuando termino me reúno con los demás alrededor de una gran fogata que encienden todas las noches, donde cuentan sus hazañas mas nuevas y los robos más exquisitos que han cometido. Yo tengo un cuchillo en la mano derecha y me estoy limpiando la arena de las uñas, así que no les presto mucha atención hasta que oigo que Bess, uno de los ancianos que se han instalado aquí después de “jubilarse”, dice:
- Y tú, Ahmes, ¿como te ha ido últimamente?-
A Ahmes la respuesta le sorprende,  igual que a mí, él es un chico reservado y misterioso que no suele compartir sus historias, y eso es lo que le hace más interesante para todos, especialmente para las ladronas adolescentes. Y no es solo la conducta de Ahmes, pero aunque este mal  que yo lo diga, él es muy guapo. Tiene el pelo del color de la arena de la playa y los ojos castaños con reflejos dorados, lo que le hace aún más exótico. Aquí en el desierto, la mayoría tenemos el pelo negro o muy oscuro, pero el suyo es casi rubio, y la mayoría también tenemos los ojos oscuros, así que sus ojos claros realmente triunfan. Si Edfú estuviese aquí,  la gente caería rendida.
Sacudo la cabeza, no debo pensar en Edfú, mucho menos en sus ojos.
Ahmes parece recuperarse de la sorpresa y , con la luz de la hoguera provocando destellos dorados en sus ojos, comienza su historia.


sábado, 31 de agosto de 2013

Dos años después




Estoy escondida en un callejón oscuro de Menfis. Veo la sombra que estaba esperando y “accidentalmente” me choco con la mujer que pasaba por delante.
-Oh, disculpe- exclamo con la voz más convincente que puedo.
- No pasa nada, joven.- Aunque por su tono de voz queda claro que la doy asco.
Cuando se agacha para recoger un anillo que se había desprendido de su dedo por un momento puedo ver los numerosos collares e oro y piedras preciosas que lleva debajo de esa capa que aparenta ser humilde, aunque con la calidad de su capa una familia del pueblo podría comer durante un año, nunca engañaría a nadie. Mis contactos me habían informado que una familiar cercana del faraón, s hermana mayor, iba a cruzar la ciudad esta noche y yo he estado esperando este momento durante tres horas.
Coloco mi bolsa en el suelo, aparentando que es demasiado pesada y repentinamente se me doblan las rodillas.  La mujer no tiene más remedio que sujetarme para que no la derribe a ella también, la paso los brazos alrededor de los hombros y el cuello, haciendo que me sujeto, y discreta y rápidamente la desabrocho todas las joyas mientras empujo mi bolsa hasta debajo de nuestros pies, así cuando caen el sonido se amortigua.
Cuando he terminado me aparto y miro a la mujer.
-Lo siento, me he mareado.-
Ella se aparta de mí, aún más asqueada que antes. No me sorprende su conducta, todos los nobles tratan así a los plebeyos, aunque sí me enfada un poco, en vez de ofrecerlos ayuda huyen, temiendo ser contagiados por alguna enfermedad.
Cuando desaparece por una esquina recojo la bolsa y vuelvo al callejón.
Cuando me aseguro de que no hay nadie cerca, abro la bolsa. Dentro hay cinco collares de oro y lapislázuli. Al mirarlos con más atención a la luz de la luna puedo distinguir que uno tiene el nudo de Isis, otro las alas de Nejbet y el resto son simples piezas de joyería de decoración. Cuando estoy a punto de irme por donde he venido, veo un destello dorado que me hace retroceder. Hay un collar que se me ha debido caer antes en el suelo, estoy a punto de cogerlo hasta que me doy cuenta de que está compuesto, principalmente, por un enorme Ojo de Horus de oro. Una mueca de disgusto se dibuja inconscientemente en mi boca, pero aún así decido llevármelo, venderlo equivaldría a un año de comida y bebida para tres familias. Lo cojo con la punta de los dedos, como si estuviese a punto de explotar y lo meto rápidamente en la bolsa.
Miro a ambos lados para asegurarme de que no hay nadie que pueda verme y vuelvo al callejón. A mitad de camino me detengo y presiono un ladrillo de la pared. La puerta se abre y entro en los pasadizos. Al menos aquí abajo hace más calor que arriba, me estaba congelando. Lo malo de los pasadizos es que no hay nada que los alumbre y esto está más oscuro que la boca del lobo. Cuanto me gustaría tener una linterna, el inconveniente es que todavía no se han inventado.
Chasqueo los dedos y de la palma de mi mano surge una llama completamente rojo granate que se mueve entre mis dedos y me alumbra el camino. Desde los ocho meses que llevo recorriendo los túneles a nadie se le ha ocurrido la idea de poner antorchas, aunque ahora que lo pienso los túneles recorren el subsuelo de todas las ciudades importantes y las conecta entre si, así que supongo que sería algo difícil alumbrarlo todo, sin contar que las paredes y el techo están cubiertos de goteras y hay demasiada humedad en el aire. De lo más acogedor.
Me detengo al encontrar la puerta que estaba buscando. Cuando salí del templo de Isis solo me quedaron dos opciones, hacer lo que hago ahora o esperar en la calle a que los guardias del faraón me encontrasen, así que elegí la primera, y con todo el conocimiento que había aprendido en Philae pude encontrar esto y aprender a orientarme.
Apoyo las manos el símbolo de la rosa del desierto que está tallado en la puerta y digo:
-Otreised.-
La puerta se abre, y me cae arena en la cara.
Estoy prácticamente segura de que para construir estos pasadizos se utilizó magia, por que la pared que yo he atravesado estaba en una pared lateral y salgo por una trampilla en el suelo.
El sol me da en la cara y por un momento no veo nada pero cuando mis ojos se acostumbran , puedo ver que estoy en una pequeña cueva con una gran abertura que da al desierto.
Me sacudo de encima la arena que me ha caído y empiezo a andar, esperando llegar al campamento antes de que anochezca.


domingo, 25 de agosto de 2013

CAPÍTULO 6- ÁNGELA




-Bueno listilla, ¿y cómo piensas salir?
-Fácil.-respondo yo, con aires de superioridad. Grace no dice nada más porque sabe que no le voy a decir nada más y también sabe que pronto lo descubrirá. En diez minutos llegamos a nuestro destino. Es un gran castillo negro. En cuanto Grace lo ve dice:
-¿Hades?-parece algo nerviosa.-Pero Ángela, si nos descubren estamos muertas.
-Me da a mí que no estás nerviosa por eso, Grace.-le digo. Grace se sonroja y ya no dice nada más. Una vez en el portón del castillo unas sombras con figura humana nos escoltan hasta el patio principal.
-Grace, Ángela, os esperaba.- de entre las sombras sale un chico que aparenta dieciséis en edad humana. Tenía un aspecto bastante exótico: los ojos azules, con una especie de cosa dorada en el centro (como nunca había estado cerca no sabía muy bien que era), el pelo negro, era alto y moreno, cosa que era poco común en el infierno (ser moreno, no ser alto, y también como Grace era morena aparte de belleza también era exótica). Pero lo que más aspecto extraño le confería eran sus alas grises. Sí, grises. Y no me voy a poner a decir adjetivos filosóficos como grises como el cielo anubarrado o grises como la ceniza y mucho menos grises como el mar enfurecido porque no soy de esas. Sus alas son grises porque es la unión de un ángel y un demonio. Estas uniones no son muy frecuentes pero suceden. Normalmente los hijos de esta unión salenmás tirando a ángeles que a demonios y los llaman medio-ángeles. Pues bien, a este podríamos llamarle medio- demonio. Nos podrían matar porque Satanás piensa que salió más ángel que demonio. Y hay unas siluetas negras fuera porque estas uniones salen sin capacidad y Hades se ha entregado a la magia negra. Y se llama Hades por lo mismo que yo. No decidió su nombre.
-¿Nos esperabas?-pregunta Grace, entre extrañada y nerviosa.
-Oh si, querida. He adivinado que teníais cierto interés por un alfeñique que traspasó la frontera. Pues bien, el muy estúpido se ha dejado atrapar. Ahora mismo está golpeando una puerta de hierro. Se debe pensar que es muy fuertote. Y también puedo ayudaros a salir del inframundo. Pero….
-Pero no lo vas a hacer gratis.-concluyo yo.
-Ahí le has dado, guapita.-al oír eso Grace pierde toda su inseguridad y salta:
-Oh si, por supuesto que lo va a hacer gratis. Me debes una desde lo de Santa Mónica.
-Oh, vamos, si lo de Santa Mónica no fue culpa mía.-contesta Hades, indignado. Yo sigo la conversación como un partido de tenis (que por cierto, no sé lo que es, pero me acuerdo de haberle oído la expresión a alguien).
-Vamos, Hades, claro que fue culpa tuya. Aquel ornitorrinco ni podía estar ahí ni ser tan agresivo.
-¿Qué pasó en Santa Mónica?
-No preguntes.-responden a la vez.
-¿Entonces?-Grace cruza los brazos y mira a Hades. El duda unos instantes. Entonces resopla y dice: está bien, lo haré gratis. Pero con una condición. Le miramos expectantes hasta que dice.-debéis llevarme con vosotras.